En esta segunda
presentación del ciclo “Conversaciones à la lettre”, en la Universidad de
Palermo, ciclo que coordina Isabel García, se proyectó el corto Equilibrium de Steven
Soderbergh seguido de las ponencias de Jorge Tarela. Guillermo Díaz, Eduardo
Laso y Jorge Pinedo.
En las ponencias se
comienza retomado el cuadro de situación presentado en el documental de A.
Curtis que se proyectó en la primera presentación, subrayando una novedad
respecto del campo freudiano: un suplemento que no se aloja cómodamente ni del
lado de la masa, ni del lado del líder. En este punto la temática impuesta
desde la Ley queda trastocada por un Poder que cuestionamos. A su vez,
retomamos la propuesta de articular Bernays-Lacan en función de lo que se
entiende por deseo, pasando del deseo de algo al deseo de otra cosa.
Dado estas dos
temáticas a entrecruzarse, se destaca el valor de lo prójimo, ubicado en el
corto como ese acontecimiento banal, causante del desequilibrio. El corto ¿no
tiende a resolver dicha tensión mediante lo que Freud denominaba juicio de
discernimiento o facultad de discernir? Para el caso que así fuera –no todos
los panelistas acuerdan en esto- eso conlleva algo de una constatación de inexistencia,
un discernir no tanto lo que es o puede serlo, sino lo que no es o inexiste.
Esto implica poner en marcha un cuestionamiento a todo saber basado en lo
identitario. A su vez, esta operación se sostiene en la recurrencia que impide,
dada una imposibilidad, tomarla al sólo nivel de la intriga o de la investigación dado un secreto. Así, el personaje central
del corto inventa un saber del tipo: “el otro es un vividor y no tiene ideas
propias”, que pone en acto sin necesidad de explicación alguna. Es en la
recurrencia, en las vueltas dichas y necesarias de ser dichas, donde se
articula un imposible de decir: llamémoslo “el sentido equilibrium”.
No es lo mismo “algo
para desear” que “algo para leer”. En esta diferencia se sitúa, en el sueño que
el corto despliega, un umbral, un pasaje, en donde la recurrencia sitúa
identificaciones posibles –nunca identidades- (la más destacada es la de Half
con el Dr. Pearl) y un objeto-peluquín que no puede ser objeto de intercambio
en el mundo Bernays, en la medida en que se lo denomina tal como “un animal asesinado
en el bosque”. Esta recurrencia permite diferenciar en lo que una mirada
soporta, aquello que soporta a la mirada. Todo el corto en tanto mirada
cinematográfica se desarrolla desde eso abyecto que no logra discernir salvo
cuando lo postula como inexistencia. Ésta es la crítica al mundo Bernays
siempre dispuesto a no considerar estas abyecciones, pero también es una
crítica al campo freudiano, puesto que allí este objeto no logra encontrar
sitio alguno, salvo en ese exterior tan difuso, tan más allá y que el film
también invoca, en función del marco de la ventana y de los avioncitos de papel
que por allí se arrojan.
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