5, 2014 UP

En esta segunda presentación del ciclo “Conversaciones à la lettre”, en la Universidad de Palermo, ciclo que coordina Isabel García, se proyectó el corto Equilibrium de Steven Soderbergh seguido de las ponencias de Jorge Tarela. Guillermo Díaz, Eduardo Laso y Jorge Pinedo.
En las ponencias se comienza retomado el cuadro de situación presentado en el documental de A. Curtis que se proyectó en la primera presentación, subrayando una novedad respecto del campo freudiano: un suplemento que no se aloja cómodamente ni del lado de la masa, ni del lado del líder. En este punto la temática impuesta desde la Ley queda trastocada por un Poder que cuestionamos. A su vez, retomamos la propuesta de articular Bernays-Lacan en función de lo que se entiende por deseo, pasando del deseo de algo al deseo de otra cosa.
Dado estas dos temáticas a entrecruzarse, se destaca el valor de lo prójimo, ubicado en el corto como ese acontecimiento banal, causante del desequilibrio. El corto ¿no tiende a resolver dicha tensión mediante lo que Freud denominaba juicio de discernimiento o facultad de discernir? Para el caso que así fuera –no todos los panelistas acuerdan en esto- eso conlleva algo de una constatación de inexistencia, un discernir no tanto lo que es o puede serlo, sino lo que no es o inexiste. Esto implica poner en marcha un cuestionamiento a todo saber basado en lo identitario. A su vez, esta operación se sostiene en la recurrencia que impide, dada una imposibilidad, tomarla al sólo nivel de la intriga o de la investigación dado un secreto. Así, el personaje central del corto inventa un saber del tipo: “el otro es un vividor y no tiene ideas propias”, que pone en acto sin necesidad de explicación alguna. Es en la recurrencia, en las vueltas dichas y necesarias de ser dichas, donde se articula un imposible de decir: llamémoslo “el sentido equilibrium”.



No es lo mismo “algo para desear” que “algo para leer”. En esta diferencia se sitúa, en el sueño que el corto despliega, un umbral, un pasaje, en donde la recurrencia sitúa identificaciones posibles –nunca identidades- (la más destacada es la de Half con el Dr. Pearl) y un objeto-peluquín que no puede ser objeto de intercambio en el mundo Bernays, en la medida en que se lo denomina tal como “un animal asesinado en el bosque”. Esta recurrencia permite diferenciar en lo que una mirada soporta, aquello que soporta a la mirada. Todo el corto en tanto mirada cinematográfica se desarrolla desde eso abyecto que no logra discernir salvo cuando lo postula como inexistencia. Ésta es la crítica al mundo Bernays siempre dispuesto a no considerar estas abyecciones, pero también es una crítica al campo freudiano, puesto que allí este objeto no logra encontrar sitio alguno, salvo en ese exterior tan difuso, tan más allá y que el film también invoca, en función del marco de la ventana y de los avioncitos de papel que por allí se arrojan.





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