Las conferencias de Lacan de 1960 en Bruselas nos disponen
para conversar sobre el escuchar, el silencio y todo aquello que pueda implicar “callar
el amor”. Hay un “eso” que surge en el decir, tal como desecho en un lugar. ¿Qué
del lugar? El lugar tiene una marcada incidencia en esas Conferencias, el lugar
no como concepto sino como recinto, cobijo, estancia del hablante.
Surge la pregunta graciosa de un supuesto panfleto derivado
del decir de Lacan: “Vecino ¿porqué se abandona apenas logrando alcanzar esa pizca de realidad decepcionante?” Y si Lacan
aclara que su Seminario es su lugar para “decir donde no se calla” ¿es su lugar
de analista allí donde “escuchar lo que calla”?
Las conferencias lo obligan a tomar la voz de un poeta
primero (Germain Nouveau) –después de aclarar que en su Seminario tomó la voz de Pablo para que
nadie la escuchara como tal- y luego encarar un diálogo con el filósofo Ibn
Arabi ¡que va a su encuentro!. Estar en Dios
y El Islán están presentes,
posiblemente de la mano de Henri Corbin, consultante y gran conocedor de la
sabiduría Sufí y de la mística temprana. En esos “prestar la voz” es por donde
se da lugar a lo que no es significante.
La frase: “el deseo reclama la privación en el lugar donde
se refleja el amor” habilita otra lectura del lugar, puesto que allí hay
reflejo y rechazo de todo ser. Lugar privado.
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