¿Freud con Schmitt?
En esta reunión se
contó con la disertación de Luis M. Carrizo sobre la vida y obra de Carl
Schmitt.
Hay un punto de
arranque posible para este debate Schmitt-Freud: la facultad de decidir, el
juicio de discernimiento. Schmitt sugiere dos apoyos para la construcción de
una política, y estos apoyos son de raigambre teológicos. El primero está
basado en la necesidad de un acto de excepción para la preservación del campo
político. El segundo está basado en la distinción amigo-enemigo, distinción que
posibilita las bases del mundo político.
Es sobre este segundo
apoyo que los interlocutores de Schmitt han planteado sus objeciones, en
general alimentadas por la contemporaneidad de los acontecimientos. Así un
Walter Benjamin tomará en la idea de redención, una interrupción de una
totalidad que así se propone como falsa. Un Franz Rosenzweig apelará a la
dimensión del trípode, creación-revelación-redención para situar todo milagro
del acto soberano como interrupción de la excepción. Un Theodor Adorno que
insistirá en la no existencia del prójimo como efecto de esa posibilidad, cuyo
paradigma localizará en el prójimo muerto de Kierkegaard como ideal de amor.
Una Hanna Arendt que podrá pensar al totalitarismo como creación dependiente
del distanciamiento hasta la ajenidad con el prójimo. Hasta un Giorgio Agamben, más recientemente, que
postulará una lógica de lo abierto para considerar una opción distintiva al
paratodo del amigo-enemigo.
Pero ¿no se ubica en el germen de esta discusión
aquello que Freud subrayó desde el inicio de sus trabajos como núcleo, en un
complejo que llamó del Nebenmensch, y que no dejó de señalar a lo largo de toda
su obra. Algo así como una opacidad en el campo, una cosa del mundo, que fue
despejando incluso en el esquema que se ubica en su texto sobre el "...análisis del
yo"?
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