El amo y el
mundo.
El tratamiento de
los objetos en el cine II.
Mariana Garfinkel
“Ya no hablemos
de conocimiento. La relación del hombre con un mundo suyo (…)
nunca ha sido más que un capricho al servicio del discurso del amo.
No hay mundo que sea suyo si no es el discurso que el amo hace
marchar sin discusión”. Jaques Lacan “...o peor”.
Lacan
afirma que el discurso del amo puede aislarse con cierta pureza en
nuestra época. ¿Por qué? Hoy poseen varias nominaciones a los
premios Oscar tres (o más) películas en donde es posible
identificar, aislar ese discurso: “La favorita”, “Roma”,
“Vice”… “La mula”, de Clint Eastwood podría acceder, sólo
que es más feroz su declaración, sin rodeos
¿quién quiere ver? ¿Quién quiere ver que la familia
produce hastío, la necedad de esa demanda, la preeminencia del
hombre blanco en los estados del sur, los prejuicios contra los
migrantes, los carteles de poder dentro de la policía?
El
S1 sigue sabiendo, no hace falta que haya alguien allí. ¿Cómo ese
discurso se las arregla para instalarse? Es fácil: acumulación
libidinal, inmadurez infantil, capitalismo.
La
película “La favorita”, de Yorgos Lanthimos, es nombrada como
comedia negra, si eso significa a las
reflexiones de Abigail, candidata a la
corte/dama de compañía, como dice la revista Vogue (probablemente
por temor a nombrar el lugar que esa corte
demandaba). Esas reflexiones vienen
en voz alta y hasta titulan los capítulos del film, como si esa
práctica verbal desafiara algo de un imaginario posible de las
costumbres del siglo XVII. Nadie habla de esos capítulos tampoco,
como si la lógica irónica fuera sólo espectáculo propio de esta
época.
Entrar
en el campo del discurso del amo sorprende a Abigail, no hay
parentesco que valga y es destinada a los subsuelos de la corte, a
formar parte de la servidumbre. Debe olvidar el cuerpo, aquel que se
baña en los toneles entre otras, sus manos; heridas por la lejía,
castigo de una compañera. Si Abigail pudiera habitar ese otro
discurso como para olvidar su cuerpo, dolería diferente. Pero habita
el del amo, que se cree unívoco, tiene un guión, dice Lacan. Por su
estructura enmascara la división subjetiva, hay que ser donde se
piensa; es terapéutico el discurso del amo. Lleno de
estrategias y futuros previsibles, lleno de
esperanzas en que lo que se dice es.
Esa coincidencia llamada selbstwusstsein como figura inaugural
del amo, una confianza en sí mismo (como traducción posible), con
estrategias, presagios, certidumbres y
cálculos.
El
goce en la reina Ana, muestra
un cuerpo edematizado, abundante, pleno de
corsets para armarlo, moldeado en ese discurso y decurso. Aún así
es la reina, nadie debería olvidarlo… Es interesante jugar, en el
discurso del amo, al “¿quién no sabe?”. En el discurso del amo
“toda pregunta por la verdad termina aplastada”.
Digamos
que Abigail,
ofrece un nuevo amor a la reina, lejos de las nostalgias y recuerdos
que comparte con la otra, lejos de los intereses del estado,
un amor de juguete, cerca de las mascotas y un poco lo real, que
entra así en las películas de Yorgos Lanthimos, con conejitos esta
vez.
¿Acaso
Abigail desea un lugar de privilegio en el
discurso del amo? Ese querer le impide
jugar las cartas del estado, aunque piense,
lea y sus ansias sean
claras, querer asegurarse un lugar en discurso, que ya tiene los
lugares asignados y así marcha, la deja fijada.
¿Cómo
es que Abigail vislumbra un lugar posible/diferente para entrar en
ese discurso si ya está allí? Que conozca las fórmulas curativas
de las plantas del bosque en el reino podría hacer de ella una buena
chamana (si es que existiera algo así en el siglo XVII), pero no,
ella insiste con la alcoba real. Ese saber, el de las plantas, lo
utiliza de inicio no de continuidad, aunque resulta de lo más
interesante que el poder curativo de una raíz o planta supere al de
miles de carnes envueltas sobre las piernas Ana, víctima de gota
¿no? El saber sobre la herida queda en exclusión y sin embargo,
podría tratarse de un punto de viraje.
En
el caso “Roma”, de Alfonso Cuarón, ¿alguien ha pensado en el
discurso que transita o los críticos han escrito en función de
alguna conciencia (de clase)? Sólo una breve apostilla aquí, que
creo, se retoma en ambos films: la insistencia en la dirección
(escópica) en mostrar-enseñar los residuos, los deshechos, lo
muerto. El amo no quiere saber nada de sus deshechos. En el primer
caso la insistencia del cuadro blanco y negro sobre las heces del
perro. Clea los junta, la cámara atenta allí. Luego, es preciso
hacer lugar a la consideración especial que pone el director en el
primer plano del proceso de amortajamiento de la
bebé de Cleo, a la vez el amo y lo
muerto, exposée. Un producto no reintegrable. Además de
escribir sobre la apuesta estética, Cuarón
merecería una lectura.
Una
vía paralela y desocultada, surge en la película “El vice”
(Vice) de Adam McKay, el discurso amo propone sus figuras
necrofílicas: la idea delirante del dominio basada en invasiones
torturas y muerte, encabalgada sobre una paranoia orientada o
refinada del poder (dentro del guión; dicho como algo que
siempre está en riesgo de ser arrebatado, en pie de guerra/odio de
quien lo porta) como la extrema “Teoría de la unidad ejecutiva”,
performática, que aún en tiempo presente, comanda. La apuesta
escópica surge como un corazón extenuado, desconocido por su
portador como desconoce su alma perdida en el vicio (así su
título), en el tráfico de influencias, así observamos la
fenomenología de ese espíritu.
Hollywood
reinstala el discurso del amo y su propuesta de tomar las migajas del
goce. Quizás una inserción propicia para no pensar en el discurso
capitalista, un discurso con dificultades para hallar cortes y
fisuras afines a la entrada de lo político, según Jorge Alemán. Y
si no entra la polis ¿qué queda?
¿Qué
sucede cuando “el esclavo” quiere estar en otro lugar sin haberse
producido un giro discursivo? No pasa nada. A lo sumo, se transforma
en amo. Es curioso que Hollywood, en este 2019 cargado de las
derechas en el mundo, se lo pregunte, está claro que no lo sabe.
Lacan,
Jaques “El reverso del psicoanálisis”. Seminario 17.
Lacan,
Jaques “...o peor”. Seminario 19.