09,2016



El sábado 25/9 Diego Yaiche estuvo en Radiofonia presentando:
«Psicopatologizacion de la infancia: hijos de padres BLEULERianos»



El flirteo del psicoanálisis con la psicopatología no ha sido sin consecuencias sino que ha sido una aventura grávida en consecuencias. Ha tenido resultados embarazosos, todos nosotros somos en mayor o menor medida, hijos espirituales o no de eso. La marca de ello aparece en nuestra manera de hablar y escuchar, en la pretensión de que el lenguaje sea una carretera, un medio de comunicación que nos conecte, pretensión que paradójicamente nos vuelve autistas. Intentaremos conversar en RADIOFONÍA respecto a esto, con el afán de hablar por hablar, en una visita que esperamos no sea turística con el taxi apurándonos en la puerta...


Desde este enlace se puede escuchar el programa completo:



Radiofonia. Invitado Diego Yaiche.



08,2016

Las reuniones toman como referente la película “El abrazo de la Serpiente”
La conversación se orienta desde una primera sentencia: la ciencia no tiene soporte material. En contraste se dice que una lengua no nace ni muere, esto debería localizar algo.



Surgen las figuras de la película “El abrazo de la serpiente”: El Chullachaqui o la cáscara vacía.
Lo artificial: la plantación surrealista de las Yakrunas (flores medicinales) en el patio trasero de los deshechos de la colonización. Se dice de las flores que de ser intervenidas por el hombre ya no conservarán su poder, que deben ser silvestres. Que esas, las del patio trasero, son otras. Ese otro de la colonización se le presenta a Karamakate más siniestro que nunca.
Los exploradores: que arriban para romper con la hegemonía de la soledad del indígena exiliado de su tribu, Karamakate. A la declaración del explorador blanco que está muriendo y dice “no puedo soñar” hay repuestas, en el sueño se resuelve la cosa, el sueño dice algo para escuchar. En el  abrazo sinuoso del sueño que porta un saber freudiano, autobiográfico (pero sin auto ni bios) en donde el que sueña “gobierna prestado” y “el viento escribe y en cenizas le convierte la muerte”. ¿Dónde es el reino del hablante? Un intento en el sueño de la muerte, responderá el poeta. Y ese ser no ontológico del sueño que ninguno entiende, según Calderón. Frenesí y ficción, el despertar blanco y negro, donde debe encontrarse el bien mayor que es pequeño.
Las referencias a El abrazo de la serpiente, hacen siembra sin imagen. La forma más evolucionada de la vida reptilar suelta a su presa no por asfixia sino porque siente la culminación misma del latido de su objeto. Ese saber es nombrado así, Abrazo de la serpiente. Ni en ausencia ni en efigie. 

Karmakate, el indígena, él solo, se niega a practicar su cura hasta que observa que el arribante porta una marca de los suyos, una figura del linaje, un rasgo. ¿Qué es todo esto? ¿Por qué se lanzaría a un recorrido sin garantías con el arribante? Porque ése es quien porta algo de lo que no se sabe qué efecto tiene en el otro, en cada uno-otro. El supuesto analista aloja el pedido del otro, queda orientado por esa presencia de algo en ese que es lo propio. Pro-privo, a favor de lo privado, acto que retira de lo público, lo hace singular, particular. ¿Cómo trabajar la frase deseo del analista sin que sea una clave repetida y desgastada? El deseo del analista ya no recuerda. ¿Existen figuras de la retórica psicoanalítica? Si el olvido es un saber que no se sabe, y eso orienta, no podrían fijarse de esa manera los significantes que aluden a la práctica. Si esa práctica aloja un ni vivo ni muerto, si cada practicante podría contar con su chulachaqui, si la función de escucha no se denomina como poseedora de recuerdos, tiempo ni historia. Entonces el deseo del analista ya no recuerda, saca algo del cono de lo público y lo vuelve a su esfera de sombra, privada, singular, particular, primera. El a, intermitencia pulsátil de esa clase de soledad. El análisis sirve para situar, no para decidir, los curanderos se hacen a un lado en la gastronomía esencial que porta la Yakruna. Cuando ese Chulachaqui suelte su cáscara ¿Qué queda? ¿Cómo se sostiene un saber no sabido? Si es no sabido no es saber, entonces no se sostiene, se orienta, se sitúa, no hace más que soltar su cáscara, olvidar.


Los elementos de “El abrazo de la serpiente” se combinan a modo de narrar sobre una práctica no escrita: del explorador que rompe una clase de hegemonía (¿la de la soledad? ¿la de la paranoia (infinita neurosis de lo que siempre sabe)?) la del chulachaqui que deberá soltar su cáscara y la de la flor surrealista llamada Yakruna, que adviene artificial al ser tocada por la colonización del lenguaje. Será preciso buscarla lejos, última, desmayada en los albores del desierto del habla. 
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